miércoles, 25 de enero de 2012

La reválida de Iker Romero


Volvió a mandar y lo hizo bien, como tantas tardes. Ayer Iker Romero se gustó defendiendo los colores de la selección española de balonmano. Y de su mano quedó encarrilado el pase a semifinales en el Europeo. Cuestionado en su presencia, sin apenas minutos de juego y aceptando el rol de suplente, Iker hizo de cada acción una reválida de sí mismo. Como si fuera un novato.   

Pero nada más lejos. El carismático número 18 cuenta con una hoja de servicios envidiable, encabezada por el Campeonato del Mundo (Túnez 2005). Junto a este, varias medallas internacionales entre Juegos Olímpicos, Mundiales y Europeos. Con sus equipos, tres Ligas ASOBAL, cinco Copas del Rey y dos Copas de Europa. Trofeos con mucho peso personal por su implicación en el juego. Nunca rechazó la incómoda responsabilidad de los momentos claves, con sus errores y aciertos. Como ocurrió en aquella final europea del prolífico 2005 balonmanístico. Con la cabeza abierta y vendada por un golpe anterior, sacó la clase en forma de un precioso gol de siete metros que dio el título a su Barcelona ante el Ciudad Real.

Pasados seis años ese mismo Barcelona -señorial en otros casos- no quiso firmarle un último contrato ganado a pulso. Lo pidió Iker, incluso ofertando recorte salarial. Reconoció que no quería abandonar 'su casa'. Opiniones al margen sobre la cuestionable decisión del club, parece claro que su salida, casi por la puerta de atrás, no fue la merecida para quien tanto dio a la entidad.

Este adiós entre lágrimas y vendas en el homenaje dio pasó a una nueva etapa: 
Alemania le abrió las puertas de su potente campeonato. Ahora, en las filas del Füchse Berlin marcha segundo en la Bundesliga, aportando goles y juego. Su contrato, por tres años, garantiza mucho Iker por delante. Y aunque el Mundial de España 2013 aparece como posible escenario del relevo generacional, el vitoriano asegura tener no poca guerra por dar. Revalidándose a cada paso.

Fotografías: www.marca.com

martes, 17 de enero de 2012

Ali: The greatest


Pega duro la vida. Inmisericord
e, desgasta al contrincante hasta reducirlo, en el más doloroso de los casos, a la añoranza de un ayer de gloria con que poder olvidar un presente ahogado. Con sus recuerdos, cuidado y querido, ha recibido hoy Muhammad Ali su 70 cumpleaños. El mismo boxeador que desesperó a tantos rivales por esquivar sus ataques, no pudo repeler el zarpazo que le lanzó el Parkinson.

La enfermedad, como la vejez, humaniza el retrato vital de quien la soporta. Tachado de payaso por sus desconcertantes maniobras autopublicitarias en su juventud, enjuiciado con rabia en el pasado, a Ali se le trata hoy de una forma muy distinta: a través de los ojos de la tristeza. Porque si fueron muchos quienes le amaron, fueron más los que le repudiaron. Una personalidad demasiado incómoda para una sociedad acostumbrada a la costumbre, demasiado estrambótica para la llanura popular, demasiado estúpida para muchos. 'El fanfarrón de Louisville', decían de él. 

Él es aquel que renunció a llamarse Cassius Marcellus Clay por ser su 'nombre de esclavo'. El mismo que se empeñó en vencer siempre el combate que le enfrentaba a la indiferencia. Esa misma indiferencia que condenó a Sonny Liston, el púgil-juguete de la mafia convertido en campeón y que soñó con rehabilitarse gracias a un apoyo social jamás encontrado al bajarse del avión de estrella en Filadelfia. La indiferencia que también condujo a la pobreza en su última etapa al ahora recordado Joe Frazier. Muhammad Ali, con la publicidad de su lado, y con un talento y capacidad física fuera de lo común, logró llegar a la cima del boxeo.

Dicen de él que fue el púgil más grande. 'The greatest', le llamaban. Se coronó en febrero de 1964, al reducir a la nada al campeón de los pesos pesados en título, que no era otro que el propio Liston. La revancha duró menos que los 'dos peces de hielo' que verbaliza Sabina. Pero tan rápido como llegó arriba, se autodefenestró, con sus actos, en la América de los 60. 



Su adhesión religiosa y activa a la Nación del Islam y su negativa a enrolarse en las filas del ejército americano para luchar en Vietnam le hicieron caer en desgracia. Desposeído de su título mundial por ese motivo, quedó a las puertas de la cárcel. Tardó en llegar una amnistía que vino apoyada por el deseo estadounidense de acabar con la masacre asiática. Con otro cuerpo, más pesado, menos grácil, volvió al ring en 1971 en el Madison Square Garden de Nueva York. Allí donde le esperaba un crecido Joe Frazier. Dos invictos frente a frente. Aquel día besó la lona con una izquierda de Smokin' Joe que quedó grabada en la memoria fotográfica. 

La derrota dio pie, años después y mediado un segundo choque de menor nivel, a uno de los hitos del boxeo: el 'Thrilla in Manila', de 1975. La apoteosis que le volvió a situar en una cúspide nunca igualada. Entre tanto, otro hito con nombre de película: 'Ramble in the Jungle' de 1974: o la idolatría de la comunidad africana por Ali en su victoria ante George Foreman en Zaire. Campeón del Mundo por segunda vez.

Llegó un tercer campeonato, en 1978, tras una derrota en la enésima retención del título. Desde ahí, en una cuesta abajo lógica tras dos décadas de carrera, hasta su retirada definitiva en 1981. Y ese mismo año, un triste anuncio: padecía Parkinson, enfermedad degenerativa. Su castigado cuerpo acogió ese golpe con entereza, agarrado a la tabla del orgullo. Temblorosa su mano que no su fe, encendió en 1996 el pebetero que alumbró los Juegos Olímpicos de Atlanta en un gesto de vitalidad encomiable. Desde entonces lentamente, muy lentamente, recreando sus recuerdos en familia con viejas grabaciones, se consume su energía. Ya no pica la abeja ni vuela la mariposa, (rememorando aquel lema ideado por el propio Ali) pero su naturaleza de campeón le hace aguantar en las cuerdas: The greatest. Mis respetos.  

domingo, 15 de enero de 2012

246 enhorabuenas



246 enhorabuenas. A los 246 competidores que han alcanzado la última meta del rally Dakar. Por llegar, por vencer. Aunque es fácil suponer que esta enhorabuena no sabrá igual para todos. Algunos la acompañarán de un trago de Pisco hoy amargo por  el primer puesto huído. Otros, en cambio, paladearán con delectación el salado sabor que ha emanado Lima, quizá en homenaje al que impregnaba el histórico Lago Rosa, meta senegalesa de los Dakares africanos.

Pero más allá de amargores y saladas dulzuras, quince días dan para mucho. Dos semanas para contemplar, entre dunas, piedras y despachos, todas las facetas del ser humano.


Del egoísmo vil de un Cyril Despres que negó el auxilio prometido a quien, embarrada su moto, le ayudó a salir del fango, pasando por la violencia al volante de Eduard Nikolaev -bien expulsado- y de Stéphane Peterhansel -sin sanción, por cierto-, acabando en la bonhomía de tantos anónimos que apostaron por la ayuda al compañero antes que por el cronómetro. Bravo por todos aquellos corredores que han agrandado los valores de solidaridad -desgraciadamente soslayados en ocasiones por las malas artes- que tradicionalmente ha exportado esta carrera.
 
Quince días, decía, prolíficos en contenido. Imágenes de una belleza incuestionable, maniobras de pilotaje dignas de encomio. Materiales de los que nos servimos los apasionados a este evento. Pertrechados de un ordenador y una televisión, no pocos hemos sido los que seguimos el minuto a minuto de la evolución de los participantes, sus problemas y sus clasificaciones. El embrujo del Dakar llega lejos. De Chile a Japón, de Suecia a Sudáfrica.

No quiero dejar de mencionar el excelente papel desempeñado por nuestros representantes. Averías, puntuales errores o controversias extradeportivas aparte, España ha vuelto a demostrar su peso específico en el Dakar. Dos segundos puestos, Marc Coma en motocicletas y Joan 'Nani' Roma en coches, un jugoso botín de etapas y la seguridad de disponer de un presente y futuro ilusionantes. Como el caso de un sorprendente motero: Joan Barreda, que ha deslumbrado por su desparpajo. Por si fuera poco, 2013 se presenta con nuevas aventuras bajo el calendario. Año en el que apuntan que el Dakar conocerá un nuevo país: Brasil

Y por supuesto felicitar a los cuatro ganadores oficiales de esta edición. Dos franceses: Cyril Despres, que logra su cuarto triunfo en motos y Stéphane Peterhansel 'Monsieur Dakar', que con la de hoy en coches suma un total de diez, -cuyas victorias deben ser reconocidas éticas aparte-, el argentino Alejandro Patronelli en quads y el holandés Gerard de Rooy en camiones.

En la memoria Jorge Martínez Boero, piloto fallecido en la primera etapa y Mauricio Saldarriaga Riera, espectador víctima de un accidente de moto cuando, en su pasión, intentó érroneamente seguir a los corredores. Descansen en paz.

miércoles, 11 de enero de 2012

¿Cuanto más mejor?


Hoy se ha presentado el recorrido de la próxima Vuelta a España. Unos dicen que es un perfil a lo grande. Para mí, es un perfil exagerado. En cantidad y en planteamiento. De las 21 etapas, diez acabarán en alto, siete de ellas en puerto de montaña y otras tres en repecho. Edición hecha cuesta arriba y sobre el papel espectacular, pero que requiere de una visión más allá de la fría estadística. 

Vaya por delante mi general agradecimiento a Unipublic. Con sus fallos yo considero a esta empresa el motor de La Vuelta. En especial al recordado D. Enrique Franco, antiguo director de la carrera, a cuyo mérito debemos indicar la modernización de nuestra gran carrera ciclista. Filosofía de etapas nerviosas, con variantes, con sorpresas. Con, importante esto, opción a lo inesperado. Y una apertura de horizontes y nuevos retos que hoy continúa. Bajo su mandato hizo crecer el nombre de la ronda nacional, dando paso a las propuestas de recorridos de aficionados y profesionales. De aquí nacieron el Angliru, la Pandera, la Covatilla, el Xorret del Catí... Un mundo más allá de los históricos Cerler, Abantos, Pla de Beret, no eliminados, pero sí superados. 

La Unipublic de hoy sigue abriendo frentes con buen criterio. Nos regaló la preciosa subida a Ancares de la pasada temporada; la Bola del Mundo -sueño de D. Enrique- el ya temido Cuitu Negro que epiloga este año al puerto de Pajares. También nos regaló un emocionante regreso al País Vasco. Que nadie le reste un mérito al equipo de Javier Guillén. Pero no creo que hayan dado en el clavo en 2012. La montaña, a pesar de algunas voces, no es cuanta más, mejor. Teniendo en cuenta que los finales en alto, tan necesarios como espectaculares, suelen pertenecer a un reducido número de corredores, echo en falta otro tipo de montaña; la abierta a la incógnita. Restando la dupla asturiana -realmente bien preparada- y la tradicional y nerviosa etapa de la sierra madrileña, a la montaña le falta opción a la opción. Entiéndase: opción a la sorpresa lejana, a la emboscada a 80 kms. de meta. Apuesto por varios finales a resolver cerca de la llegada. Con siete etapas de montaña, la organización debe siempre ampliar sus miras. Lo mucho cansa.  

No es una mala Vuelta, pero a mí, sobre el papel no me parece una gran Vuelta. Dicho esto, la carrera será tan grande cuanto lo quieran sus participantes, pero este exceso montañero bien pareciera una respuesta a un Tour enfocado a los contrarrelojistas. Un caramelo para los escaladores con un nombre de fondo mil veces soñado por la empresa: Alberto Contador. Y otro para quien parece haber varias etapas reservadas: Alejandro Valverde. 

Esclavo de mis palabras, -parafraseando a William Shakespeare- puede que en septiembre algún lector avezado me haga ver el error de mi exposición. Sería una buena señal de espectáculo. 

domingo, 1 de enero de 2012

Grandeza y muerte en el Dakar


Pensaba comenzar año y entrada hablando de las glorias del Rally Dakar. Pero una noticia trágica ha truncado las tempranas ilusiones. Esta carrera, tan grandiosa como arriesgada, ha vuelto a teñirse de luto. En su primera etapa, en apenas unos kilómetros, el motorista argentino Jorge Martínez Boero ha perdido la vida víctima de un accidente. Nuevo golpe al Dakar, que cada año nos muestra su crudeza del peor modo posible. Descanse en paz el piloto argentino. 

Quería hablar de los pilotos modestos, los que se atreven con esta magna competición sin el apoyo de grandes marcas y con el único fin de vencer sus límites y sobrevivir al desierto sudamericano, meta para la que han hipotecado una buena parte de sus ahorros. Quería hablar de su sana locura al prepararse durante todo un año para 15 días de sufrimiento. Pero el Dakar no puede entenderse sin el peligro real; nada es apariencia como lo demuestra la trágicamente extensa lista de fallecidos en competición. Este rally-raid enfrenta en dos semanas la resistencia física y mental de los pilotos a los límites más exigentes de la naturaleza.

Situaciones como este desgraciado fallecimiento refuerzan el grado de solidaridad que vive la hoy sudamericana cita. Las fundaciones de ayuda desarrolladas desde esta carrera son una muestra. Otra lo es la actitud de los competidores para auxiliar al compañero accidentado. No importa el tiempo perdido, no importa la posición, hay que echar pie a tierra y atenderle. Basta a veces con una simple pregunta o un intercambio de material entre quienes sin hablar lengua común acaban por entenderse. En casos más graves es necesario avisar a la dirección para que proceda a la asistencia médica. Pero la prontitud no siempre salva la vida del accidentado. 

La solidaridad y el compañerismo de que hablo se extiende al 'bivouac', donde los corredores narran sus aventuras y desventuras haciendo grupo alrededor de un plato de macarrones. Hoy este campamento será un duro albergue de silencios y lamentos por la pérdida del compañero, para muchos desconocido, pero hermanado con todos como miembro del Dakar.

Este raid va mucho más allá de lo que puedan revelar mis palabras, si bien ahora queda en un segundo plano lo relacionado con la pura competición. Por encima de la carrera está la vida, como demuestran los deportistas a cada luctuosa ocasión. Pero el mejor homenaje a Jorge Martínez es que el Dakar continúe, tratando de reducir el peligro para los participantes, pero planteando de nuevo la lucha que ha hecho mítica esta cita del calendario del motor. A buen seguro ese era su objetivo, luchar para lograr su meta.

Quedan por delante 14 etapas en las que relucirá la belleza de los parajes de paso. Una paradisiaca embajada de la naturaleza menos explotada. Relucirá, del mismo modo, la competencia en grado extremo. Para el recuerdo, el encontronazo entre Miguel Prieto y Jean Louis Schlesser en 1999, coche con coche tocándose ante la inmensidad del desierto mauritano. O el duelo del pasado año, resuelto por centímetros, entre Nasser Al-Attiyah y Carlos Sainz, a quien echamos en falta esta temporada. Muy mal arranca esta edición con la muerte de Jorge Martínez Boero. Queda pedir que no haya más pérdidas por lamentar y podamos disfrutar de un Dakar en consonancia con la grandeza de su historia.

FOTOGRAFÍAS: www.abc.es y www.bmwblog.com


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