viernes, 12 de octubre de 2012

De monstruos y anacronismos

Antonio Albacete, en una imagen del pasado fin de semana/Auto1magazine.es
El silencio se hizo ruido y el aire, humo de motores. "Pista abierta", se anunció por megafonía. Eran las nueve de la mañana del pasado sábado y el Circuito del Jarama despertó a golpe de acelerador. Así comenzaba el XXVI Gran Premio Camión de España perteneciente al Europeo de Camiones. Por delante, la penúltima prueba del campeonato y un referente español, Antonio Albacete, triple vencedor del certamen, a la caza del líder, el aleman Jochen Hahn.

Para los ajenos a la materia, a los camiones se les llama bestias del asfalto y, en verdad, por números lo son. Una sucesión de cifras monstruosas: 1100 caballos, 12.000 centímetros cúbicos de cilindrada, más de cinco toneladas de peso. Por aceleración y velocidad, más gráciles que muchos deportivos de competición. Sólo la limitación por reglamento establece el tope en 160 kilómetros por hora. No regula, afortunadamente, la tormenta decibélica de voces graves. Mentalidad americana en plena Europa.

Pero el espectáculo del Europeo de Camiones no se queda en números. Cada Gran Premio consta de cuatro carreras cortas: dos en sábado y dos en domingo. Pese a una evidente diferencia de nivel entre los líderes y el resto, la fórmula compensatoria de las segundas mangas (invertir en la salida los ocho primeros clasificados de la carrera anterior) aporta un extra de interés. Citas de acción, de tensa espera, de contacto. De ver y de oír, porque en el circuito lo que no se ve, se oye. Si cabe una pega en su desarrollo, el excesivo vacío entre pruebas. La falta de alicientes con que sujetar la atención del espectador durante los largos periodos de espera. Posiblemente el factor económico sea el responsable único.

La penúltima del calendario sucedió en el Jarama, nombre propio de la historia del motor nacional. El estado de sus instalaciones también habla de historia: sus boxes, su fantasmagórica sala de tribuna, o su parcheado asfalto. Todo él huele a décadas pasadas, cuando la Fórmula 1 y el Mundial de Motociclismo paraban en Madrid. Actualmente queda para turismos, vehículos históricos y camiones. Quizá por inviabilidad económica, por olvido institucional, por simple limitación logística, o por el conjunto de deficiencias, el revirado circuito del Jarama es hoy un emotivo anacronismo del motor.

En lo puramente resultadista no remontó Antonio Albacete en la general, pese al empuje del público -gran ambiente durante el Gran Premio-. Todo queda para la última prueba del campeonato, este fin de semana, en otro circuito mítico del motor: Le Mans. Por delante, 60 puntos en juego y 29 de ventaja para el líder Jochen Hahn. Toca remontada; si es con televisión, mejor para todos. Este espectáculo merece la pena ser visto y vivido.

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