
Caín nació en España. O le nacionalizaron en Consejo de Ministros. Sólo así, españolizado este antihéroe, se explica que seamos un país tan cainita. Tan proclive a atacar a nuestro hermano; ora con la honda, ora con el verbo, a veces más hiriente que la más hiriente de las armas. En nuestro deporte, espejo y parte de la vida misma, este cainismo rebrota en grado sumo. Y de forma selectiva: haciendo presa del caído.
Escribo esto porque me los esperaba. Me refiero a los comentarios sobre Rafa Nadal tras su eliminación en la Copa Masters. El mejor tenista español de la historia, sometido a un cruel juicio público tras una serie de derrotas. Las malas lenguas, que no son pocas, dicen de él 'acabado, roto, descentrado...' Demasiado sencillo...